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La vitamina C es un micronutriente esencial y vitamina hidrosoluble, también conocida como ácido ascórbico. A diferencia de la mayoría de los mamíferos y otros animales, los humanos no tienen la habilidad de producir ácido ascórbico y deben obtenerlo de su dieta. Dentro de nuestro cuerpo, las funciones de la vitamina C son un cofactor esencial en numerosas reacciones enzimáticas, p. ej., en la biosíntesis del colágeno, carnitina, y catecolaminas, y como un potente antioxidante.
La vitamina C es el antioxidante más eficaz en sangre, debido a su solubilidad en agua y a su acción inhibidora frente a una amplia gama de especies reactivas del oxígeno o “ROS”.
La vitamina C es el hidrosoluble y cofactor enzimático antioxidante primario en el plasma y tejidos. Incluso en pequeñas cantidades la vitamina C puede proteger moléculas indispensables en el cuerpo, como proteínas, lípidos (grasas), carbohidratos, y ácidos nucleicos (ADN y ARN), de daños por radicales libres y especies reactivas de oxígeno (ERO) que son generados durante el metabolismo normal, activando células, y a través de la exposición a toxinas y contaminantes (p. ej., ciertas sustancias de la quimioterapia y el humo del cigarro).
La vitamina C también participa en el reciclado de la reacción redox de otros antioxidantes importantes; por ejemplo, la vitamina C es conocida por regenerar vitamina E de su forma oxidada. El papel de la vitamina C como un cofactor está también relacionado a su potencial redox. Manteniendo metales unidos a enzimas en su forma reducida, la vitamina C asiste funciones mixtas de oxidasas en la síntesis de algunas biomoléculas críticas. Síntomas de la deficiencia de vitamina C, como la lenta cicatrización de heridas y fatiga, resultan del deterioro de estas reacciones enzimáticas y la insuficiente síntesis de colágeno, carnitina, y catecolaminas. Investigaciones también sugieren que la vitamina C está involucrada en el metabolismo del colesterol en ácidos biliares, la cual puede tener implicaciones en los niveles de colesterol en la sangre y la incidencia de colelitiasis o cálculos biliares.
La vitamina C incrementa la biodisponibilidad del hierro en alimentos, mejorando la absorción intestinal de hierro no hemínico. También es fantástica para una serie de problemas de salud como la presión arterial alta, la inflamación, el derrame cerebral, el cáncer, la arteriosclerosis y la obesidad. Estudios de cohorte prospectivos indicaron que altas ingestas de vitamina C, ya sea de una dieta o suplementos, están relacionadas con la disminución del riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares (ECV), incluyendo enfermedades coronarias y accidentes cerebrovasculares, y en general, altos niveles de vitamina C en la sangre están asociados con un bajo riesgo de muerte por diferentes causas como el cáncer y enfermedades cardiovasculares ECV.
Ácido Ascórbico (Vitamina C).
Vital para la salud del cerebro.
Mantiene un estado general de buen humor.
Reduce el estrés y la ansiedad.
Combate la depresión.
Reduce los síntomas de fatiga.
Retrasa el deterioro cognitivo asociado con la edad.
Mejora la actividad de la glándula tiroides.
Mejora la presión arterial.
Beneficiosa para el flujo sanguíneo.
Puede combatir el cáncer y aliviar el tratamiento del cáncer.
Protege a los pulmones del estrés oxidativo.
Aumenta la inmunidad.
Combate la inflamación.
La vitamina C inhibe la producción de cortisol lo que significa que “disminuye la respuesta al estrés” en humanos. El cortisol es conocido popularmente como “la hormona del estrés”.
Aliado para el control de peso.
Es vital para fumadores.
Mejora la calidad del esperma.
La vitamina C se relaciona con niveles más altos de progesterona, la hormona estimulante del folículo en mujeres premenopáusicas sanas.